Si no hubiera nunca nada nuevo bajo el sol, no existiría ni el sol. Y nos cansamos de andar sin rumbo por los bosques y las orillas de los ríos. Fue entonces necesario mantener el fuego encendido de forma constante, considerando la urgencia de estar juntos. Y nos fuimos quedando. Nos paramos lentamente, caminar erguidos nos liberó los brazos y manos de nuestros ancestros. Construimos las aldeas y la vida en comunidad, convertimos el hueso en aguja y la púa en arpón, las herramientas nos prolongaron la mano y el mango multiplicó la fuerza del hacha. Cambiamos nuestra comida y las calorías florecieron nuestro cerebro.
Aunque no encaja perfectamente, la caja marrón es perfecta para la puerta de mi Castillo, los cañones están apuntando a la casa de Martín, seguramente aún no se dio cuenta del peligro. El techo es una tela enorme, una sábana vieja que me dio la abuela, tiene algunos agujeros, que son perfectos como ventanas, por si empieza la guerra.
Cultivamos el arroz, la cebada, el trigo y el maíz, encerramos en corrales las ovejas y las cabras, y aprendimos a guardar granos en los almacenes, para no morir de hambre en los malos tiempos. Y en los campos labrados con sudor, fuimos devotos de diosas de la fecundidad de vastas caderas, que pronto cambiamos por dioses machos de la guerra.
Y cantamos himnos de alabanza a la gloria de los reyes, los jefes guerreros y los altos sacerdotes.
Juro que todo a mi alrededor se puso lento y lo supe. Fue solo un segundo mientras él caminaba por una esquina, pero él recuerda ese segundo tan claro como yo, como si hubiese sido ayer. Mi respiración se detuvo, mi cabeza dio vueltas, y los dos sabíamos que era más que un romance pasajero. Hoy muchos años después siento mariposas cada vez que me besa, y los dos aún hablamos de la primera vez que nos vimos y cómo supimos, que algo encajó, algo se conectó entre nosotros.
Con cuerpo corto y memoria larga, recordamos los tiempos de antes del tiempo, cuando la tierra estaba encima del cielo. Y nos fuimos quedando. El instante feliz, presupone siempre una espera, ese tiempo que en ocasiones es tormenta, un regalo nos muestra. Inventamos la cerámica, la metalúrgica y, en el transcurso de unos pocos miles de años, dimos origen a las primeras civilizaciones. Y entonces nos fuimos al espacio sideral, enviando al primer ser vivo que se llamaba Ham el chimpancé , comprendimos que el ser humano podía hacerlo también.
Un pájaro bate sus alas para vencer la gravedad… Prescindir de la creatividad es como dejar de batir las alas en pleno vuelo.
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